domingo, 12 de abril de 2020

#NuestrosHéroes Doctora Carballo, Paco, Catalina y muchos más.


Soy la doctora Carballo,

Después de más de cuarenta años de entrega en primera línea de combate, hoy me toca estar unas cuantas filas detrás, en la resistencia. Ahora estoy escribiendo, pero no siempre puedo hacerlo, sólo escribo en esos momentos que la lucidez me lo permite. Me gustaría manifestar que estoy un poco enfadada con la situación actual. No puedo ver a mi hijo ni a mis nietos desde hace casi un mes. Antes, los veía al menos una vez a la semana. Para colmo, a diario veo como compañeros a los que aprecio mucho y con los que convivo diariamente están enfermando y muchos se van para no volver, quiero pensar que los han trasladado a otro hospital.

Ayer se marchó Paco, con él solía compartir el café con galletas de las 17:30. A Paco lo trajo a este hospital su hija, él estaba perfectamente de salud, bueno, casi perfectamente, había sido fumador y ahora le sobraban algunos kilos. El motivo de su llegada fue la falta de tiempo de su hija para atenderlo y es que Paco necesitaba que alguien le hiciera las tareas de casa y le ayudase a ponerse los zapatos cada mañana.

Hace una semana, fue Catalina la que nos dejó, ella no andaba y necesitaba usar una silla de ruedas, llegó hace un año, unos meses después de partirse la cadera. Tras su operación, estaba completamente recuperada físicamente, pero la caída le había roto algo más que la cadera... Había abierto las puertas de par en par a una demencia senil que ya había asomado previamente. Con nosotros apenas hablaba, pero cuando entendía las conversaciones, sonreía.

Podría seguir nombrando a los compañeros que se han marchado pero creo que es suficiente con esta muestra.

Afortunadamente algo cada día nos anima y nos ayuda a seguir adelante, a la misma hora, un artista interpreta una canción que me recuerda que hace no mucho fui feliz y joven durante veinticuatro horas. Justo después de esa canción, viene una ovación atronadora, yo diría que más gente fuera de aquí la escucha y la disfruta tanto como nosotros porque juraría que toda la ciudad aplaude al unísono.

Una visita excepcional también nos ha alegrado y distraído de nuestras preocupaciones, han estado aquí militares… Parecían disfrazados, no llevaban el típico uniforme de camuflaje y han dejado todo impecable, antes de marcharse nos han hecho un gran saludo en el patio para nuestro deleite.

Siento mucha impotencia, pues creo escuchar que se necesitan médicos y yo no puedo hacer nada. En las primeras líneas no me equivoqué al decir que me encuentro en la resistencia, pero debo aclarar que me referí a la residencia, donde he pasado los últimos dos años, como consecuencia de mi viudez y de un Alzheimer galopante, que afortunadamente me deja escribir pequeños textos a mis seres queridos pues aún me encuentro en una etapa temprana.

Parece que mis compañeros médicos se están enfrentando a algo nunca antes visto, arriesgando sus vidas y lo que es más preocupante, arriesgando la de los familiares con los que conviven. Cuando uno elige ser médico lo único que le importa es ayudar a los demás, espero que tengan los medios suficientes para protegerse a sí mismos y poder seguir salvando a más y más gente. Por muy formados que estén, en la Universidad no enseñan a cargar con el dolor de haber sido vehículos de transmisión y enviar a nuestros seres más queridos a ese lugar tan desconocido por todos los que estamos aquí.

Por mi parte, aquí resistiré , que es lo único que puedo hacer. Resistir con la esperanza de sobrevivir para poder abrazar de nuevo a mis nietos y cuando me tenga que ir, que pueda hacerlo acompañada y sintiendo su amor. De momento me encuentro perfectamente, aunque hace unos días que no puedo saborear las comidas que nos dan aquí(para ser sinceros, tampoco eran para tanto). Me comentaron que tendrían que hacerme no sé qué prueba, seguro que no será nada… Resistiré.